¡Ante los problemas actuales, atrévase: haga un bosque comestible en su casa!



¡Ante los problemas actuales, atrévase: haga un bosque comestible en su casa!
 


Hay informes de organismos oficiales y no oficiales que atribuyen el cambio climático provocado por los impactos ambientales humanos, al incremento de la población humana. Según los reportes del BID la urbanización acelerada se da más en países en desarrollo que en países desarrollados, sobre todo en América Latina y el Caribe, donde pronostica que en las próximas dos décadas el 89% de la población vivirá en las Urbes. Entonces, lo que sucede es que las naciones ricas han logrado detener el crecimiento poblacional humano, en tanto que los países en vías de desarrollo incrementan esta tasa año a año. En definitiva son los pobres los responsables de la crisis ambiental mundial.
Desarmando este principio, el truco está en la palabra “desarrollo”. Según Aníbal Quijano en “La Colonialidad del poder”, la palabra “desarrollo” es un concepto construido con fines políticos. Para esto se construyeron otros conceptos poderosos, el de “raza” como una construcción mental y que permite la clasificación de los seres humanos y sus culturas en entidades superiores e inferiores y el de “pobreza”, definiendo pobre a todo aquel que tenga menos de un dólar al día, con ello hicieron pobres a ¾ partes de las humanidad y la transformaron en un mercado para el “desarrollo” y los países cuyo fin era exportar el modelo de desarrollo . A este Eurocentrismo que deja por fuera las 2/3 partes de la producción intelectual del planeta se suma el llamado Acuerdos de Bretton Woods que tras la Segunda Guerra Mundial naturaliza el llamado Plan Marshall. En resumen lo que plantean es que los países vencedores y por supuesto industrializados, tienen que llevar a la “luz” del desarrollo al resto del mundo que está en soletas tras la guerra. Para lograrlo hay que aplicar diversas medidas de índole económico político cuyo fondo era encontrar mercados para la producción.
Es así como ahora hay millones de libros sobre cómo desarrollar a los pobres. El desarrollo implica consumo y un sobreconsumo que trae una inmensa cantidad de basura ligada a este, pero nadie sabe qué hacer con estos objetos. En la conferencia sobre el Cambio Climático en América Latina “Clima Latino” (2002) se hablo de un promedio de 16.000 fundas de basura arrojadas a la basura cada segundo y que el promedio anual de fundas de plástico que se botan a la basura es de 500 millones, digamos de las que se contabilizan.
Entonces estos grupos de poder que conforman el pináculo del desarrollo, lo cimentan en el consumo y solo los preocupa la falta de aquellos bienes que potencialmente les puedan escasear y su falta convertirse en una amenaza para ellos, el Petróleo, el agua y los alimentos son tres buenos ejemplos. Inconscientemente, por el pecado de la ignorancia o simplemente por una ceguera conveniente, dichas élites desconocieron el informe del Club de Roma de 1972 que alertaba del agotamiento de las materias primas, en especial del petróleo. E interpretaron que el autentico límite “al crecimiento económico” es la capacidad de los sumideros biológicos para reciclar la avalancha de desperdicios que producían estas élites acomodadas en su afán de que en un efecto regadera desarrollar a esas “bolsas de pobreza” en el mundo.

Las “bolsas de pobreza” se han transformado en “bolsas de riqueza”, el Petróleo se ha agotado, el agua está contaminada y los alimentos se extinguen. Wolfang Sachs escribe

“A fuerza de devorar fósiles, la misma economía se ha fosilizado. Es necesario insuflar un viento de eficacia a las estructuras fosilizadas y a las mentalidades inertes para que prevalezcan las tecnologías que requieren menos agua, menos petróleo y menos PVC, en definitiva, hacer que nazca una economía desmaterializada. Sin embargo, una mayor eficacia en el uso de los recursos no lleva a ninguna parte sin la reducción inteligente del “crecimiento económico”, ni los aviones ni los coches pueden ser democratizados. Para los maestros de la simplicidad lo opuesto a la simplicidad no es la vida lujosa, sino la vida fragmentada por un sinnúmero de cosas y objetos. Henry David Thoreau lo debía tener muy claro cuando escribe en su diario, “Un hombre es tanto más rico cuanto mayor es el número de cosas de las que puede prescindir.”

Dicho de otra forma, el cambio que buscamos no se encuentra

en ir al supermercado y comprar cosas con sello verde o algo por el estilo. Sino en evitar ir al supermercado en primer lugar, evitar comprar cosas que han tenido que desplazarse cientos cuando no miles de Kilómetros para llegar al Shoping de la esquina de tu casa, despedazando redes comunitarias de comercio, fortaleciendo a monstruosos monopolios y contribuyendo en numerosas vías al Calentamiento Global. Porque no cultivar en tu jardín? Porque no hacer de tu ventana un bosque comestible?

Elías Armendaris.

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